LED son las siglas inglesas de ‘Light Emitting Diode’ o ‘diodo emisor de luz’. Un diodo es un pequeño dispositivo recubierto de plástico, que lleva un ‘hilo’ semiconductor dentro y que, al aplicarle una corriente eléctrica, emite luz de un color predeterminado. Esta tonalidad depende del material del que esté hecho. Hasta ahora, existían los colores rojo y azul, pero no se había obtenido el blanco, mucho más reciente.
La tecnología LED no tiene nada de nuevo. Fue descubierta en los años veinte del siglo pasado por el ruso Oleg Lósev y ya, a partir de los años cincuenta, con los trabajos de Nick Holonyak, comenzó a generalizarse en indicadores de encendido o apagado en sus colores verde y rojo. Posteriormente, una de sus variantes, el diodo infrarrojo empezó a usarse para mandos a distancia de televisores y, a partir de ellos, a otro tipo de electrodomésticos.
Hoy ya se utiliza, precisamente, en la fabricación de televisiones, obteniendo mayor calidad de imagen y de contrastes y una duración más elevada que la de otros tipos de receptores.
Las ventajas del sistema LED son muy numerosas: carece de toxicidad (incluso las bombillas de bajo consumo tienen algo de mercurio), duran unas cincuenta veces más que una bombilla normal y su gasto energético es mucho menor que el de éstas e incluso que el de las nuevas de bajo consumo.
Como decíamos, desde hace unos años, se trabaja sobre leds que emiten luz blanca, con objeto de sustituir a las bombillas tradicionales y, sobre todo, a los tubos fluorescentes que están presentes en muchas casas y locales públicos.
Y, como última novedad, los científicos tratan de desarrollar leds fabricados con materiales polímeros orgánicos semiconductores, que permitirían ahorrar aún más en su fabricación.
Probablemente, pronto podremos iluminar nuestros hogares con esta tecnología, que –según los científicos- alumbrará nuestro futuro más próxima que lejanamente.